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Poema para los psicólogos.
En el silencio de un espacio quieto,
donde las máscaras se atreven a caer,
escuchas el eco de un dolor secreto,
y las batallas que nadie más puede ver.
No llevas brújula, ni usas bisturí,
tu herramienta es la palabra y la presencia,
la pregunta que abre un “yo” hasta ti,
y transforma el caos en conciencia.
Eres faro en la noche de la mente,
un arquitecto de puentes interiores,
que une el pasado con el presente,
y ayuda a sanar viejos temores.
Desenredas los nudos del anhelo,
cartografías el mapa del sentir,
ofreciendo un trozo de tu cielo,
para que otro aprenda a vivir.
Por esa escucha que alivia y que nombra,
por la luz que ayudas a encender,
gracias, guardián que en la penumbra,
nos enseñas a florecer.