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¿Por Qué Creemos que Todos los Demás Conducen Mal?
Es una experiencia casi universal; estar al volante y que de repente otro conductor realize una maniobra que te provoca una exclamación de frustración. Debido a esto inmediatamente lo catalogas como un «mal conductor». Posterior a esto ¿alguna vez te has detenido a pensar por qué tendemos a ver los errores de los demás en la carretera con tanta facilidad, mientras que a menudo pasamos por alto los nuestros? La respuesta no se encuentra en las leyes de tránsito, sino en los intrincados caminos de la psicología humana. Una serie de sesgos cognitivos y mecanismos de defensa del ego influyen en nuestra percepción, creando la ilusión de que estamos rodeados de conductores incompetentes. Gracias a esto merecen el paso, perdón de multas y amnistiad. Van regresan y hasta los conocen las luces de transito, porque estaba verde y si no esta mal ella; jeje entre palabras que se lleva el viento escuche que no se sabe donde están pero dejan huellas.
El Espejismo del «Yo Soy Mejor»: Sesgo de Autoservicio e Ilusión de Superioridad
En el corazón de nuestra crítica hacia otros conductores se encuentra un mecanismo psicológico conocido como el sesgo de autoservicio. Esta es la tendencia a atribuir nuestros éxitos a nuestras propias habilidades y nuestros fracasos a factores externos. Cuando evitamos un accidente por poco, lo atribuimos a nuestros «rápidos reflejos». Sin embargo, si cometemos un error, es más probable que culpemos al «mal tiempo», a «otro conductor imprudente» o a una «carretera mal señalizada».
Este sesgo alimenta lo que se conoce como la ilusión de superioridad o el efecto por encima de la media. La gran mayoría de los conductores se consideran a sí mismos como más hábiles y seguros que el conductor promedio. Esta creencia, estadísticamente improbable, nos lleva a juzgar con más dureza los errores de los demás, ya que los vemos como una desviación de la norma que nosotros, supuestamente, representamos.
La Rápida Condena: El Error Fundamental de Atribución
Otro culpable psicológico es el error fundamental de atribución. Este sesgo nos lleva a explicar el comportamiento de los demás basándonos en su personalidad o carácter, mientras que justificamos nuestro propio comportamiento por factores situacionales.
Por ejemplo, si otro conductor se nos cruza, nuestra reacción inmediata es pensar que es un «egoísta» o un «desconsiderado» (un juicio sobre su carácter). Rara vez consideramos la posibilidad de que pueda estar corriendo a una emergencia, que no haya visto nuestra señal o que simplemente haya cometido un error honesto, algo que a nosotros también podría pasarnos. Sin embargo, si somos nosotros quienes nos cruzamos, rápidamente lo justificamos: «No vi la señal», «Llego tarde a una cita importante». Este doble rasero nos posiciona como jueces implacables de las acciones de los demás en la carretera.
Al Mando de lo Incontrolable: La Ilusión de Control
Conducir es una actividad que, a pesar de nuestros esfuerzos, implica un grado significativo de incertidumbre y riesgo. Para manejar esta ansiedad, a menudo desarrollamos una ilusión de control, la creencia de que tenemos más influencia sobre los eventos de la que realmente poseemos.
Al criticar a otros conductores, reforzamos esta ilusión. Señalar los errores ajenos nos da una falsa sensación de que nosotros estamos en control de la situación y que, si todos condujeran «correctamente» (es decir, como nosotros), la carretera sería un lugar perfectamente seguro y predecible. Esta necesidad de sentirnos en control nos lleva a magnificar las fallas de los demás como una forma de reafirmar nuestra propia competencia y seguridad. Posteriormente puede llegar a ser una verdad sugestiva.
Proyección y Defensa del Ego: Protegiendo Nuestra Autoestima
Finalmente, criticar a otros conductores puede ser un mecanismo de defensa del ego conocido como proyección. Proyectamos nuestras propias inseguridades y frustraciones en los demás. Si estamos estresados o enojados por algo no relacionado con el tráfico, es mucho más fácil descargar esa negatividad en un conductor anónimo que enfrentarnos a la verdadera fuente de nuestro malestar.
Al calificar a otro de «incompetente», indirectamente estamos reforzando nuestra propia imagen como conductores competentes y racionales. Es una forma rápida y sencilla de potenciar nuestra autoestima en un entorno que a menudo puede ser estresante y desafiante.
En conclusión, la próxima vez que te encuentres a punto de gritarle a otro conductor, recuerda que tu percepción puede estar siendo influenciada por una serie de sesgos psicológicos. Reconocer estas tendencias no excusa la conducción peligrosa de nadie, pero saberlo puede ayudarnos a ser conductores más comprensivos, menos reactivos, fomentando un entorno vial más seguro y menos estresante para todos. Después de todo podremos manejar las circunstancias en que se da el transito y situaciones en nuestras carreteas.